13 de marzo de 2012

Magnicidio: una historia recurrente en los EEUU

  “Sic semper tyrannis” - dijo Bruto mientras apuñalaba a su padre adoptivo, Julio César, en las escalinatas del Senado romano. Aunque muchos historiadores piensan que es una dramatización de los hechos y que Bruto no llegó a pronunciar estas palabras realmente. No obstante, tanto esta frase como la supuesta respuesta de Julio Cesar cuando vio que su hijo adoptivo formaba parte del complot para asesinarle (“¿Tú también, Bruto, hijo mío?”), han servido para prolongar el recuerdo hasta nuestros días de uno de los magnicidios más famosos de la Historia. 
Esta sentencia sería pronunciada en uno de los sucesos más importantes de la Historia americana, concretamente en el primer magnicidio que se produjo en Estados Unidos. Era 15 de Abril de 1865. Apenas seis días antes, el general Lee había rendido su ejército en Virginia y se declaraba el fin de la guerra civil americana que duraba ya cuatro años y que había dividido a los americanos en la Unión y los Estados Confederados. El lugar es el teatro Ford, en Washington. Durante la obra, John Wilkes Booth, de profesión actor y de ideología confederada, se introdujo en el palco del presidente, se acercó por la espalda mientras éste disfrutaba de la obra y le disparó un tiro en la nuca. El ruido ensordecedor haría enmudecer al teatro y un grito del asesino resonó en el lugar:  “Sic semper tyrannis”. Booth saltó al escenario desde el palco y huyó en medio de la conmoción. Abraham Lincoln, el primer presidente del recién formado Partido Republicano y decimosexto presidente del país, que sería recordado por la abolición de la esclavitud y por la victoria de la Unión en la guerra civil, moriría diez horas después de ese disparo. 
La frase latina usada en los dos magnicidios significa: “Así siempre a los tiranos”. Al decirla, Booth incrementó el dramatismo de la escena y su posterior transmisión oral, escrita y gráfica logrando que este magnicidio sea uno de los más recordados y no tanto los que vamos a contar a continuación, a pesar de que sus víctimas también eran presidentes de EEUU.
 
Antes de hablar de los otros magnicidios, citaremos uno de los discursos más recordados de Abraham Lincoln, realizado en Gettysburg (Pensilvania) tras la batalla homónima que tuvo lugar durante la guerra civil americana:
Hace ocho décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en la libertad y consagrada al principio de que todas las personas son creadas iguales.
Ahora estamos empeñados en una gran guerra civil que pone a prueba si esta nación, o cualquier nación así concebida y así consagrada, puede perdurar en el tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como último lugar de descanso para aquellos que dieron aquí sus vidas para que esta nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que hagamos tal cosa.
Pero, en un sentido más amplio, nosotros no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y muertos, que lucharon aquí lo han consagrado ya muy por encima de nuestro pobre poder de añadir o restarle algo. El mundo apenas advertirá y no recordará por mucho tiempo lo que aquí decimos, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí. Somos, más bien, nosotros, los vivos, los que debemos consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que, aquellos que aquí lucharon, hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien los vivos los que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que, de estos muertos a los que honramos, tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron hasta la última medida completa de celo. Que resolvamos aquí, firmemente, que estos muertos no habrán dado su vida en vano. Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra.
Como decíamos anteriormente, con el asesinato de Abraham Lincoln se inició una negra historia de magnicidios de presidentes americanos. En total, cuatro presidentes han sido asesinados durante su mandato: James A. Garfield, William McKinley y John F. Kennedy.
James A. Garfield, vigésimo presidente del país, fue el siguiente en engrosar la lista de los magnicidios. La duración de la presidencia de Garfield fue de las más cortas de la historia, unos seis meses, de los cuales estuvo setenta días convaleciente de sus heridas. Camino de la estación de ferrocarril de Washington, fue disparado en dos ocasiones por un abogado que había sido rechazado para ocupar el puesto de embajador en Francia, Charles J. Guiteau. De las dos balas que disparó, una le alcanzó en el brazo mientras que la otra fue imposible de encontrar hasta que se le realizó la autopsia. No obstante, se hizo todo lo posible por encontrarla ya que el propio Alexander Graham Bell usó un aparato detector de metal para averiguar la localización de la bala, pero el metal de la cama donde yacía Garfield impidió la obtención de resultados satisfactorios. Murió el 19 de Septiembre de 1881 debido a la infección consecuente a la permanencia de la bala en el interior del organismo. Había sido elegido el 4 de Marzo del mismo año y fue disparado el 2 de Julio. Al final, la bala fue encontrada cerca del páncreas cuando se le realizó la autopsia.
El vigésimo quinto presidente, William McKinley, sería el tercer presidente en morir asesinado. El 5 de Septiembre de 1901 se encontraba con su esposa en la exposición panamericana en Buffalo, Nueva York. Leon Czolgosz, de ideología anarquista, camufló una pistola con su pañuelo y aprovechó el momento en que el presidente saludaba amistosamente a la gente para acercarse y efectuar dos disparos. El primero de ellos le atravesó el hombro, pero el segundo penetró en la cavidad abdominal causando toda una serie de destrozos que resultarían fatales a corto plazo. En esta ocasión, la segunda bala tampoco fue encontrada por los médicos y se decidió dejarla en el interior para evitar realizar mayor daño al intentar buscarla. Irónicamente, en la exposición panamericana se presentaba uno de los primeros aparatos de rayos X, pero por miedo al daño que le pudiera ocasionar al presidente McKinley, no se utilizó para intentar localizar la bala.  Estuvo convaleciente de sus heridas una semana, muriendo la madrugada del 14 de Septiembre de 1901.
El siguiente magnicidio y último, hasta la fecha, fue el de John Fitzgerald Kennedy, el trigésimo quinto presidente. Este magnicidio es sobre el que más se han desarrollado teorías de la conspiración.
El 22 de Noviembre de 1963, mientras iba en un coche descapotable en Dallas, Texas, JFK (como se le conocía popularmente) recibió una series de disparos que acabarían con su vida. Un tercer disparo hería al gobernador John Bowden Connally Jr que iba en el mismo coche. Tan solo ochenta minutos después era detenido Lee Harvey Oswald, acusado de asesinar al presidente. Curiosamente, Oswald nunca confesó haber matado al presidente, en contraposición con todos sus antecesores que se jactaban de haber conseguido tal hazaña. Tan solo dos días después del asesinato de Kennedy se decide trasladar a Oswald a la cárcel en una pésimas medidas de seguridad, en un subterráneo plagado de fotógrafos y periodistas. Abriéndose paso a empujones a través de ellos apareció Jack Ruby, perteneciente a la mafia, que disparó contra Oswald. Sin embargo, Jack Ruby siempre alegó que había asesinado a Oswald por venganza debido al asesinato del presidente y para evitar a la viuda de Kennedy tener que ver la cara en el juicio a Oswald.
Las investigaciones del FBI concluyeron que el único culpable había sido Lee Harvey Oswald, que había efectuado tres disparos, uno de los cuales produciría una herida mortal en la cabeza de John F. Kennedy. Además, el sucesor de Kennedy, Lindon B. Johnson, estableció la Comisión Warren para esclarecer los hechos del fatídico 22 de Noviembre y cuyos resultados fueron similares. Concluyeron que tanto Lee Harvey Oswald como Jack Ruby habían actuado solos, sin influencia de terceras personas. La Comisión Warren intentaba cerrar así todas las teorías de la conspiración que surgían en torno al asesinato de John F. Kennedy.
No obstante, en 1976 se estableció un Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre asesinatos, para estudiar el magnicidio de JFK y el asesinato de Martin Luther King. A pesar de asegurar que Oswald había sido el responsable de la muerte de Kennedy, la comisión también establece que pruebas científicas acústicas establecen con alta probabilidad la existencia de dos fuentes de disparos y que, basándose en las pruebas disponibles, el asesinato del presidente Kennedy fue resultado de una conspiración. La comisión habla de un cuarto disparo realizado por un tirador diferente, pero insiste en que los disparos mortales fueron los realizados por Oswald. Además, la comisión también concluyó que no existían pruebas que incriminaran en la conspiración al bloque soviético, a los grupos anticastristas, a la mafia o a las distintas agencias de seguridad estadounidense (FBI, CIA o servicios secretos). No obstante, se concluyó que la protección del presidente había sido deficiente por parte de estas agencias.
Para terminar, más datos curiosos. El número de total de presidentes que ha tenido EEUU desde la independencia de Gran Bretaña es de cuarenta y cuatro. Como ya hemos contado, cuatro de ellos fueron asesinados (Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy). Sin embargo, el asunto no acaba ahí. Un total de ocho presidentes han sufrido intentos de asesinato: Andrew Jackson, Theodore Roosevelt, Franklin D. Roosevelt, Harry S. Truman, Richard Nixon, Gerald Ford, Jimmy Carter y Ronald Reagan. Además, hubo otros cuatro presidentes que no terminaron su mandato, aunque en esta ocasión fue por causas naturales. Fue el caso de William Henry Harrison, cuya presidencia es la más corta de la historia, ya que murió de neumonía cuando apenas llevaba un mes en el cargo. Otros que morirían por causas naturales fueron Zachary Taylor, Warren G. Harding y Franklin D. Roosevelt (el único que ha ganado cuatro elecciones seguidas, aunque no llegó a completar el cuatro mandato).
A pesar de no haber llevado a cabo las comparaciones pertinentes, se puede concluir que ser presidente de los EEUU debe ser uno de los trabajos más peligrosos del planeta. Un 10% de ellos son asesinados, otro 10% muere en el ejercicio de sus funciones y otro 20% sufre intentos de asesinato mientras están en el cargo. Eso deja un 60% que termina su mandato y que no sufre atentados contra su vida. 

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