23 de febrero de 2012

El 11 de Septiembre chileno

     15 de Septiembre de 1973. Teatro Olympia de París. Por primera vez en este lugar, un grupo de música chileno se dispone a actuar. Los integrantes de dicho grupo están asumiendo todavía el hecho de que les han exiliado. La razón: un golpe de Estado. El grupo: Quilapayún.
Cuatro días antes, el 11 de Septiembre, Salvador Allende resistía en el Palacio de la Moneda. Su cita con la Historia quedó plasmada con sus palabras, a través de un último comunicado en Radio Magallanes, que cito a continuación:
“Quizás sea ésta la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: soldados de Chile, comandantes en jefe y titulares... el almirante Merino que se ha autodesignado... más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno, también se ha denominado director general de carabineros.
Ante estos hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo y les digo que tengo la certeza que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. 
La historia es nuestra y la hacen los pueblos. Trabajadores de mi Patria:  quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la Ley, y asi lo hizo. 
En este momento definitivo, el último que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, crearon el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición: la que les señaló Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando, con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.
Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. 
Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos.
Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará.
Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, la seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.
El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
¡Trabajadores de mi Patria!: tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. 
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Éstas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.”
Momentos después de decir estas palabras, Salvador Allende se suicidó disparándose con un AK-47 que le regalara Fidel Castro. Durante muchos años circuló el rumor que había sido asesinado por los golpistas; de hecho, Fidel Castro hizo un discurso después del golpe de Estado dando por cierto este rumor.
En el discurso se cita a René Schneider, quien fuera comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Chile antes de las elecciones que dieran como ajustado vencedor a Salvador Allende. Schneider había evitado toda polémica sobre la reacción del ejército ante la posible llegada al poder de un gobierno socialista declarando: “el ejército es garantía de una elección normal, de que asuma la presidencia de la República quien sea elegido por el pueblo, en mayoría absoluta, o por el Congreso Pleno, en caso de que ninguno de los candidatos obtenga más del 50 por ciento de los votos... Nuestra doctrina y misión es de respaldo y respeto a la Constitución Política del Estado." Dichas palabras serían conocidas como la doctrina Schneider, definidas asi por la Unidad Popular (coaliación de partidos de izquierda que obtuvieron el poder a través de las urnas en las elecciones de 1970). Sin embargo, antes de las elecciones y con el fin de desestabilizar al país, un grupo de ultraderechistas intentó secuestrar a Schneider, pero éste resultó muerto al sacar su arma reglamentaria e intentar defenderse de los secuestradores.
Al final de su discurso, Salvador Allende habla sobre la “certeza que habrá una sanción moral que castigara la felonía, la cobardía y la traición”. Quizás hubiera vivido con alegría el auto que emitió el juez Garzón contra Pinochet por crímenes contra la Humanidad. Dicho acto no dejó de tener sus repercusiones internacionales, a uno y otro lado del Atlántico, con defensores y detractores. 
Como hemos comentado al principio de la entrada, el grupo Quilapayún estaba en París para actuar en el Olympia y ya se quedaron en Francia exiliados. En 1975 compondrían la canción que se convirtió en un himno, no solo de la izquierda chilena, sino de todas las izquierdas del mundo. Tiene un título muy ilustrativo “El pueblo unido jamás será vencido”.
Pablo Milanés, trovador cubano, utilizaría las palabras de Salvador Allende para componer la canción: “Yo pisaré las calles nuevamente”
Por último, comentar que cierto poeta cuyo nombre real era Ricardo Eliecer Neftalí Reyes también vivió momentos trágicos en los días siguientes al golpe de Estado. Aquejado de un cáncer de próstata que se llevaría su vida el 23 de Septiembre, tuvo que vivir todavía el asalto a su casa de Isla Negra y la quema de libros. Dicen que, cuando los soldados llamaron a su puerta, el poeta les replicó: “pueden pasar, pero lo único peligroso que van a encontrar aquí es la poesía”. En el mundo era más conocido por el nombre de Pablo Neruda.

3 de febrero de 2012

Acerca de calles, estatuas, monumentos y otras formas (libros) de aprender la Historia.

Ante todo, que sepan nuestros lectores que no es nuestro objetivo enseñar ni educar a nadie. Nuestro objetivo es mucho más humilde y, quizás, más complicado porque tan solo pretendemos ofrecer hechos, anécdotas y/o textos curiosos, amenos e interesantes. No obstante, dicha información vendrá muchas veces acompañada de opiniones personales que podrán gustar o no al lector, pero desde el respeto siempre se podrán generar debates para que todos podamos ampliar nuestras perspectivas. 
Es la Historia un saber complicado porque, a diferencia de las matemáticas o la física, no es una ciencia exacta. La propia génesis de la misma parte de un sesgo fundamental, casi diríamos inherente al propio acto de contar la Historia y es que los vencedores suelen relatar su versión de los hechos. ¿Es bueno? ¿Es malo? No es nuestra competencia juzgar los hechos históricos mediante la moral. Conformémonos con aprender o leer los hechos con el conocimiento de este sesgo. Se podría añadir que este sesgo hace la Historia más interesante si cabe, ya que se puede estudiar la versión de los vencedores, pero también es posible encontrar la versión de los derrotados, tan válida como lo puede ser la otra. Es la mezcla de esas dos versiones lo que nos va a dar el resultado final: esa pintura que, solo vista desde una determinada distancia, podremos llegar a entender.
Consideramos que la enseñanza de la Historia compete a los libros y a los profesores (teniendo en cuenta que el sesgo del que hemos hablado antes está presente en todas las fuentes, incluso en esta misma que escribe ahora). Sin embargo, no pensamos que el nombre de las calles por las que paseamos deban enseñar Historia y explicaremos nuestros motivos.
En el siglo XX, una dictadura de casi cuarenta años asoló España. Dicha dictadura cumplió con todos los tópicos del fascismo sobre el culto al líder y el callejero español se llenó de avenidas, calles, plazas y ramblas con el nombre del General Franco, Francisco Franco, Generalísimo y cualesquiera de los magnos títulos que Dios y España le otorgaron. Para refrescar la memoria de los olvidadizos o ilustrar a aquellos que no vivieron dicha época, comentamos a título de curiosidad que el actual Paseo de la Castellana en Madrid se llamaba antiguamente Avenida del Generalísimo y lo mismo ocurría con la actual Avenida Diagonal de Barcelona. Es preciso saber también que el culto al líder se extendió a todos aquellos que participaron en el golpe de Estado de 1936 o en la guerra civil que sobrevino después de tan “exitoso” acto. Así pues, nombres como Mola, Sanjurjo, Jose Antonio Primo de Rivera, Goded y un largo etcétera, comenzaron a aparecer en nuestros pueblos y ciudades.
Todos recordamos los debates generados cuando se propusieron los cambios de las denominaciones de las calles y los traslados de diversas estatuas del pasado franquista. No fueron pocas las voces que se alzaron (como en otro momento se “alzaron” otros) para negar todo cambio argumentando que “es parte de la Historia” o “no podemos olvidar nuestra Historia” y muchas otras opiniones. Desde aquí nos alegramos que surgiera debate, ya que cuando la actual Avenida Diagonal cambió su nombre de Gran Vía Diagonal a Avenida del Generalísimo tenemos entendido que no hubo cabida a mucho debate (como dato curioso, cabe destacar que antes de Gran Vía Diagonal se llamaba Avenida 14 de Abril). También le decimos a todos aquellos que temen que por retirar de las calles los nombres franquistas vayamos a olvidar la Historia: “no os preocupéis, que ese periodo de infamia permanecerá bien presente en el recuerdo”. 
Para seguir argumentando que el nombre de las calles poco o nada tiene que ver con el conocimiento de la Historia, propongo un reto a nuestros lectores: la próxima vez que caminen por su ciudad, fíjense en el nombre de las calles, aparecerán muchos nombres de personajes históricos y mi pregunta es “¿los conocen?”, “¿saben el papel, fundamental o no, que jugaron en la Historia para ser homenajeados por sus conciudadanos?”. Parafraseando a Unamuno: “He dicho”.
Para terminar comentaremos que en Alemania existió un dictador fascista que también tenía calles a su nombre y ahora es bastante complicado, por no decir imposible, encontrar ni una sola calle con su nombre. El único lugar en el que se pueden encontrar las placas de las calles que llevaban su nombre es en un museo. ¿Museo? Sí, queridos españoles amantes de la Historia, ahí es donde deberían ir a parar los restos del franquismo ya que, a fin de cuentas, un museo parece el lugar más adecuado para aprender de Historia.